lunes, 25 de enero de 2016

"Poder" y "TIC"....

juandon



Existen des de siempre cuestiones éticas planteadas a partir de la implantación cada vez más profunda y extensa de un conjunto de avances en informática, inteligencia artificial y tecnologías digitales que hoy en día se agrupan bajo la etiqueta nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC).

La velocidad que caracteriza su evolución hace que todo se mueva tan deprisa que de repente ya sea obsoleto, que se convierta en un riesgo inminente para cualquier análisis que pretenda reflexionar sobre una realidad en continuo movimiento, y este es un análisis que quiere simplemente servir de punto de partida de una discusión.

Considero que hasta ahora se ha considerado dicha tecnología como un conjunto de sofisticados instrumentos. Es decir, como medios que pueden ser utilizados para diferentes fines, en función de los cuales adquieren un valor determinado. En contra de esta visión instrumentalista, creo que la informática – y, por extensión, las TIC – cobran un poderoso papel como creadoras de metáforas y modelos para entender al hombre, a la sociedad, y para otorgar nuevos significados a su acción social.


En este punto parece necesario distinguir dos niveles de impacto de la tecnología, según se considere la esfera de lo macrosocial o esa intrahistoria que constituye el ámbito de lo microsocial, la vivencia de lo cotidiano. Quiero poner en duda la visión tradicional sobre la sabiduría y capacidad de control que la tecnología trae a nuestras vidas.

Esta capacidad es innegable cuando se considera en un nivel macrosocial. La tecnología más avanzada, ejemplificada en el armamento y las tecnologías de uso militar, impone la razón de la fuerza en las disputas internacionales, y en este mismo sentido la humanidad en su conjunto demuestra un poder imparable de transformación y adaptación a su hábitat natural. Como afirma Ortega en su Meditación sobre la técnica, la técnica es un inmenso aparato ortopédico que necesitamos para andar por el mundo. Es nuestro mecanismo de avance evolutivo, la victoria de la evolución humana, que no se produce como adaptación de la naturaleza del hombre a su entorno, sino transformando el mundo a través de la técnica.



Sin embargo, si consideramos los términos de dicha victoria en el nivel de las biografías particulares de los ciudadanos de las últimas décadas, cabe preguntarse si la victoria de la tecnología es tan clara y definida. Es cierto que la vida actual, al menos para una parte significativa de la población en los países desarrollados, está plagada de una serie de comodidades por las que el ser humano ha venido luchando durante miles de años.

Sin embargo, cabría preguntarse si somos más dueños de nuestra propia existencia de lo que lo eran los hombre de otras épocas, o los ciudadanos de sociedades menos privilegiadas por la gracia del progreso. ¿Somos más sabios que antes, al contar con más información que ninguna otra generación precedente? Quizá se da aquí la paradoja de que la avalancha de información no es la solución para superar la ignorancia, justo lo contrario de lo que ocurre con otras necesidades humanas, que se sacian con una mayor afluencia de aquello de lo que se carece.

Arthur C. Clarke defendía que cuanto más complejas y sofisticadas eran la ciencia y la tecnología, más tendían a confundirse con la magia. Con ello expresaba la posibilidad de que la simple posesión del conocimiento científico-técnico no garantice una dimensión humana más profunda, ni una ética que nos recomiende en qué dirección y con qué ritmo debe ser empleado.

A pesar de todo, es curioso pensar que nuevos riesgos suponen también nuevas oportunidades. Este es el caso de las así llamadas autopistas de la información. En mi opinión, Internet tiene la potencialidad de convertirse en una de las estructuras sociales más democráticas y participativas que las nuevas tecnologías de la comunicación hayan traído a un mundo que celebra en estos días el cincuenta aniversario de la Declaración universal de los Derechos Humanos. También es posible que en esta nueva esfera de comunicación y realidad se esté librando una de las batallas fundamentales por la libertad de expresión y, por ende, por algunos de los derechos contenidos en dicha declaración.

http://www.papelera21.es/2008/11/el-verdadero-poder-de-las-tic.html
Regímenes dictatoriales y países donde las libertades fundamentales quedan frecuentemente entre paréntesis, muestran un creciente celo por restringir e incluso prohibir la libre circulación de información a través de la misma ( no hace mucho lo hemos visto en Afganistan)

Los regímenes democráticos también han percibido que Internet es uno de los foros públicos donde el alcance del poder horizontal de los ciudadanos es mayor, donde los intereses de los actores sociales que han monopolizado habitualmente el acceso a los medios de comunicación e información (PTTs, empresas, editoriales, televisiones, etc) pueden quedar más en entredicho, e intentan actuar en consecuencia.

En este caso no nos encontramos con medidas abiertamente contrarias al derecho a la libre expresión de las ideas, pero sí con campañas de sensibilización social sobre una serie de conductas delictivas llevadas a cabo a través de Internet (pornografía infantil, propaganda racista, apología del terrorismo y la violencia, etc.) que parecen pedir a gritos la censura previa y la catalogación de los contenidos de las páginas Web en supuesta defensa de los valores morales.

En el fondo, resulta interesante la influencia de la tecnología en el mundo de la cultura, y cómo la tecnología puede dotar de significado a un conjunto de principios que acabarían siendo poco más que una buena declaración de intenciones.


La red aparece así como uno de los escenarios donde se dirime una de las más decisivas batallas por la libertad de expresión y, por ende, por los derechos humanos en general. Veremos cómo se llevan a cabo políticas restrictivas de las libertades mencionadas que inciden directamente sobre Internet y los derechos de proveedores y usuarios.

http://www.cibersociedad.net/archivo/articulo.php?art=37
Surgirá una nueva paradoja del poder y el control, pues la vulnerabilidad de los subsistemas sociales vitales provoca que cuanto mayor es la sofisticación y la complejidad de los mismos, más difícil resulta detectar un error en el mismo y más fácil resulta atacarlo y ponerlo fuera de servicio.

Cuando las barreras proteccionistas caen, el intercambio es aparentemente libre y total. Sin embargo, los flujos que componen dichos intercambios no caminan en todas direcciones en la misma medida. Existe el riesgo de que los colectivos que producen información y los que sólo reciben información acaben distanciándose cada vez más, de forma nunca se lleve adelante la promesa de un mundo en el que todos tendríamos voz.

Las posibilidades son tantas que una nueva ética reclama una protección más imaginativa de la sociedad y de los derechos de los individuos. De hecho, la propia tecnología demanda una protección más global de la libertad de expresión y una redistribución del poder que, por una vez en la historia, podría ser a favor del individuo.

juandon